Cuando termina la temporada y se alcanza ese gran objetivo que ha guiado meses de trabajo, muchos atletas sienten la tentación de parar por completo. La competición ha pasado, el cuerpo pide un respiro y la cabeza también. Sin embargo, en este punto crítico, lo más inteligente no es detenerse, sino aprender a descansar sin perder lo que tanto ha costado construir.
“El secreto no está en parar, sino en saber cómo seguir sin romper la cadena.”
Por qué no conviene detenerse del todo
Tras una gran competición, el organismo necesita tiempo para asimilar la carga acumulada, reparar tejidos y restablecer el equilibrio hormonal y nervioso. Pero el descanso total prolongado no es la mejor estrategia: el cuerpo comienza rápidamente a perder las adaptaciones que garantizan el rendimiento.
La capacidad aeróbica, la eficiencia muscular, la coordinación y hasta el hábito mental del entrenamiento se deterioran cuando desaparece el estímulo. Y volver a crearlos cuesta mucho más que mantener lo construido con un volumen mínimo de actividad.
Por eso, después de un objetivo principal, el camino no debe ser la inactividad, sino un periodo de recuperación activa, en el que se reduzca la carga pero se mantenga el movimiento.
Los periodos de recuperación: un reinicio necesario
Los llamados periodos de recuperación forman parte natural del proceso de entrenamiento. Son una especie de “hermanos pequeños” de los periodos generales o de base, con la diferencia de que su foco está en regenerar el cuerpo y la mente, no en desarrollar capacidades nuevas.
“Son semanas terapéuticas: momentos para reparar, no para rendir.”
Durante estos días, el volumen y la intensidad bajan de forma notable. Se busca liberar la fatiga acumulada, corregir pequeñas descompensaciones y volver a niveles óptimos de energía.
Estas fases son especialmente útiles tras semanas de carga muy alta, competiciones exigentes o incluso momentos de estrés físico o emocional.
El equilibrio, sin embargo, es clave: demasiado poco descanso frena la progresión, pero demasiado descanso borra adaptaciones. Por ello, los periodos de recuperación deben ser todos los necesarios, pero lo más breves posible, siempre al servicio del progreso.
Pretemporada o entre temporadas: el valor de la diversidad
La pretemporada o periodo entre temporadas es otra derivación del trabajo de base, pero con un enfoque muy distinto.
Aquí, el objetivo principal no es la carga, sino la diversidad funcional: romper la rutina, alejarse de la especificidad y trabajar el cuerpo desde otros ángulos.
Durante buena parte del año, el entrenamiento en deportes de resistencia como el atletismo o el ciclismo se centra en movimientos cíclicos y repetitivos, que implican siempre los mismos rangos articulares, las mismas fibras y las mismas estructuras musculares. Con el tiempo, esto puede generar desequilibrios y lesiones por sobreuso.
“Cambiar el gesto también es entrenar.”

Durante este periodo, volumen e intensidad deben reducirse notablemente, pero sin eliminar la actividad por completo. Algunas opciones ideales variando el tipo de estímulos son:
- Rodajes suaves regenerativos de corta duración.
- Sesiones de movilidad articular, que no solemos trabajar con la frecuencia que deberíamos.
- Sesiones de fuerza general de manera diferente, con cargas y patrones no habituales.
- Introducir otros deportes que mantengan la base aeróbica. Actividades cruzadas: ciclismo, natación, senderismo, esquí de fondo (elíptica)… Cuidado con esos deportes a los que no estamos habituados (fútbol, pádel…) que pueden llamarnos la atención como una buena manera de mantener la rutina de ejercicio ya que, tras tantos meses o años habituados a un deporte cíclico como es la carrera a pie, nuestro organismo no está lo suficientemente preparado para una actividad como esa y pueden ocasionarnos lesiones inesperadas.
Estas semanas sirven para estimular el cuerpo sin someterlo a la presión del entrenamiento específico, ofreciendo una vía de regeneración activa y equilibrada. Es, en definitiva, una manera de mantener lo construido, pero desde otra perspectiva.
Constancia inteligente: la verdadera clave del rendimiento
El atleta de fondo no se define por su intensidad, sino por su continuidad. El verdadero progreso nace de la regularidad, del hábito diario y de la capacidad de sostener el trabajo año tras año.
“El cuerpo se adapta a lo que repites, no a lo que haces de vez en cuando.”
Por eso, incluso en los periodos de descanso o entre temporadas, la mejor decisión no es parar, sino seguir activo con inteligencia.
La constancia no se mide por la dureza de un entrenamiento, sino por la habilidad de mantener el movimiento cuando el calendario no aprieta.
Mantener lo construido, siempre
Tras alcanzar el gran objetivo de la temporada, el cuerpo y la mente necesitan un respiro, pero no una desconexión total. La recuperación activa permite mantener lo construido, preservar las adaptaciones logradas y evitar el retroceso fisiológico y mental. Los periodos de recuperación y las fases entre temporadas son oportunidades para regenerar, corregir y diversificar, sin dejar de moverse ni perder el hábito.
La continuidad es la verdadera aliada del rendimiento porque al final, como recordatorio esencial para todo atleta:
“Es mucho más fácil mantener lo que ya se ha construido que volver a empezar desde cero.”

