En los años 30, pero sobre todo luego de la Guerra, una revolución ocurre en los deportes de resistencia. Los cambios son iniciados por un entrenador y cardiólogo alemán, el Dr. Hans Reindell, que buscaba una manena de mejorar la rehabilitación de sus pacientes cardíacos. Sus investigaciones, llevadas adelante en colaboración con un profesor de la universidad de Friburgo, de nombre Waldemar Gerschler, lo llevan a pensar que el método más eficaz para desarrollar la función cardiaca es la repetición de esfuerzos cortos separados por breves períodos de reposo. El entrenamiento por intervalos había nacido.
Gerschler fue el primer entrenador a trasladar el entrenamiento por intervalos del consultorio cardiológico a las pistas de atletismo. Un ejemplo que probó la eficacia de esta metodología fue el surgimiento de un corredor rápido y resistente: Rudolf Harbig. Otros grandes nombres de este deporte como el británico Gordon Pirie, el belga Moens, los alemanes Schade y Luegg, contribuyeron a la difusión del entrenamiento por intervalos.
En nuestros días, el rótulo “entrenamiento por intervalos” define a un gran número de prácticas diferentes, pues se ha ido diversificando. Pero en aquellos tiempos, en su origen, estaba definido con mucha precisión:
- La duración de la corrida no debía pasar de un minuto. Durante el esfuerzo, la frecuencia cardiaca podía alcanzar un valor del orden de 180 pulsaciones por minuto.
- Las repeticiones debían ser numerosas (al menos entre 15 y 30).
- Los períodos de recuperación eran breves para que la recuperación fuera incompleta (entre 45 segundos y un minuto y medio).
Reindell y Gerschler consideraban que en lo que respecta al corazón, la parte activa del entrenamiento no era tanto la carrera misma como el período de recuperación (intervalo).
Es el intervalo el que permite aumentar el volumen del corazón y con él su capacidad de enviar sangre a los músculos. Son pues los intervalos los que hay que cuidar con mayor atención. Según ellos, la carrera no debía retomarse antes de que la frecuencia cardiaca cayese al entorno de las 120 pulsaciones por minutos. Si después de un minuto y medio todavía estaba por arriba de ese límite, esto quería decir que la intensidad del esfuerzo había sido muy alta y que debía ser reducida.
A pesar de la precisión de estas reglas, el propio Gerschler no dudaba a adaptar el entrenamiento por intervalos de un atleta a la competición para la que se preparaba. Quería que el atleta corriese suficientemente rápido para acostumbrarse al esfuerzo que encontraría en la competición. Ainsi Harbig, que corría en distancias de 400 a 800 metros. Realizaba muchas menos repeticiones que las sugeridas por Reindell a una velocidad tal que difícilmente llegase a 120 pulsaciones por minutos tras un minuto y medio de recuperación (Harbig corría muchas veces 200 metros en 23″-24″).
Entre las dos alternativas, numerosas pasadas con intervalos a una velocidad media y menos repeticiones realizadas a velocidades más importantes, cada corredor y cada entrenador, hacía y hace su elección.
Referencias bibliográficas:
Hegedüs, J. (1988): La ciencia del entrenamiento deportivo. Buenos Aires, Editorial Stadium.
Volodalen.com: l’entraînement à la course à pied (2013). Recuperado de http://www.volodalen.com/