En primer lugar, debemos plantear claramente las metas que buscamos. Definir cuál es el objetivo principal y cuáles los objetivos secundarios es imprescindible para poder planificar correctamente cada periodo de entrenamiento. En este punto deberíamos dejar muy claro el calendario de competición previsto o, al menos, las fechas en torno a las cuales se celebrarán las competiciones que nos interesen. Además, tener claro los objetivos nos animará a cumplir cada una de las sesiones programadas ya que cada sesión tendrá un sentido, es decir, un porqué dentro de la programación, sobre todo en esos días en los que uno se plantea entrenar o no entrenar.
Una vez planteadas las fechas, distancias y características de los objetivos planteados, deberemos analizar a conciencia las demandas de la prueba y de qué manera afectan éstas al entrenamiento:
- Capacidades físicas a desarrollar.
- Demandas energéticas de la prueba.
- Características de la prueba (terreno, desnivel…)
- Condiciones ambientales de competición.
Punto de partida
Conviene analizar de qué partimos y evaluar todo tipo de antecedentes. Debemos tener en cuenta cada detalle que pueda orientarnos a planificar un plan de entrenamiento lo más personalizado al atleta. Algunos datos a tener en cuenta en relación con las características del atleta son:
- Edad, años de entrenamiento.
- Volumen de entrenamiento realizado, métodos de entrenamiento empleados…
- Resultados deportivos.
- Historial medico, estatura y peso, somatotipo, lesiones sufridas…
Del mismo modo, un aspecto a tener en cuenta al planificar es la disponibilidad del atleta, su dedicación, motivaciones y aspiraciones deportivas. Cuál es el número de sesiones semanales que puede realizar, cuál es la duración de las mismas, disposición de empleo de métodos complementarios como la bicicleta elíptica, bicicleta, gimnasio…
Métodos
¿Qué debemos mejorar? Capacidad y potencia aeróbica, resistencia anaeróbica láctica, fuerza… ¿Cómo mejorar estas capacidades? Mediante carrera continua, cuestas, cambios de ritmo, repeticiones de determinadas distancias, circuitos de fuerza, técnica de carrera… Son muchos los aspectos a mejorar y más aún las diferentes formas para desarrollarlos. No todo vale en todo momento, es decir, no podemos realizar el mismo tipo de entrenamiento al comienzo de una nueva temporada que en la semana previa a una competición. Conseguiremos la mejora en el rendimiento de la correcta combinación de métodos, volumen, intensidad y densidad del entrenamiento, personalizándolo a las características de cada atleta.
Descanso, una correcta alimentación e hidratación o la realización de ejercicios de flexibilidad tras cada sesión son algunos de los factores que siempre debemos tener presentes ya que nos ayudarán a asimilar mejor el entrenamiento.
Evaluación
En primer lugar, determinar los objetivos a alcanzar: principales y secundarios. Seguidamente, analizar detalladamente el punto de partida: características del atleta, dedicación, medios disponibles… Después, seleccionar métodos de entrenamiento que emplearemos en cada uno de los periodos: básico, específico, competitivo. Al plantear una planificación estamos previendo el futuro pero una planificación no es un proceso cerrado. Es necesario un continuo control, una constante evaluación del proceso. ¿Cómo? Mediante la evaluación del entrenamiento diario, los resultados en las competiciones, los test o la comunicación entre el atleta y el entrenador. Para conseguir que la planificación tenga éxito ésta debe estar en continua revisión, en continua evaluación para, si es necesario, adaptar o reajustar el entrenamiento a las necesidades de cada momento.